Tenia las manos quietas. Disimulaba serenidad. Intentaba abrir el horizonte para no apoyar la mirada sobre ella. Con la voz segura, como si lo supiera todo me interné en su mente y le clavé:
-No es por él
Sus ojos se perdieron en el interrogante. Me pidió una copa.
Estaba harta de que me obligaran al auxilio. Era un estropajo. Una sombra y yo perdiendo el tiempo ¿Para qué ayudarla? ¿Por qué no se ayudaba ella?
Años perdidos con incapaces. Es cierto. No tengo que ocultarme. Me dejaban aislada, pendiente de sus miserias. Como si de mí pudiera salir el milagro.
-No es por él,- repetí.
Y otra vez su mirada, huérfana. Esa mirada de mundo hostil que castiga.
-No haces sino pensar en ti;- seguí insistiendo sin lástima- Es tu puto egoísmo el que te enferma. ¿Qué le das tú a él? ¿Lo has pensado alguna vez? No, nunca, te crees que todo te lo deben. Que eres la única víctima. Que la vida te ha hecho una faena. ¿Y qué haces tú por tu vida? Me dices que te la rompieron de pequeña, vale, ¿pero te esforzaste alguna vez por reconstruirte? No, te quedaste sentada lamentándote y repitiendo: “Todo me sale mal”.
Y ahora vienes a mí, pero no quieres que te de un empujón para que sigas en esa inercia; quieres que te solucione la vida entera.
Mírame, acaso tengo aspecto de ser omnipotente.
Por supuesto, llegó el consabido ataque de histeria. Insultos. Coacción. Estaba obligada a sacarla o al menos que siguiera flotando. Sí, yo estaba obligada. Ella nunca me miró a los ojos. Nunca me preguntó como estaba. Yo era un objeto para escucharla. De donde chupaba la energía.
Me dolía el estómago. No quería oírla más. No podía soportar ya ese lamento constante. Lamento y lamento, el rito mágico.
-Vamos, hasta cuando te lamentas es para ti. ¿No sabías que así te recubres y te alivias? ¿No sabías que sólo revientas así mis defensas?
Me levanté mientras ella seguía pegada en el sillón. Le dije que se fuera. Salió con amenazas. Ya no las escuchaba. Recogí el abrigo, abrí la puerta y el sol de febrero intentó descorrer las sombras. Tenía que sacudirme. Yo era libre...
Bueno... con este post tengo un lío jajaja.
ResponderEliminarEs que, no sé, es como si transmitiera dos cosas que no tienen nada que ver. Dos formas de ver la vida, o de vivirla.
Una, muy común, que es la que yo llamo personalidad "yo no he sido". Esa gente que siempre encuentra culpables, responsables, actores de sus guiones, para no tener nada de lo que sentirse culpable. La gente que exige mucho pero que no da nada. Será casualidad, pero, sólo conozco mujeres de ese tipo.
Pero no es eso lo que me llama la atención :)
Me gustan mucho más los pensamientos de la otra persona.
Se siente una especie de papel secante de las lágrimas ajenas, a la que se le exige solucionarlo todo. Ser perfecta.
Qué difícil es mantenerse siempre así... imposible ¿si?
A todos nos gusta un ¿cómo estás? o una mirada de comprensión.
me gusta ese "yo soy libre..."
Pero, la historia me suscita preguntas.
Por ejemplo,cuando le pregunta ¿qué das tú?y afirma, "no es él, no es él..." ¿se cuestiona a sí misma? ¿es una forma de contestarse?
¿Siente dudas sobre lo que hace?¿sobre su trabajo?
No sé:) suelo meterme demasiado en texto ajeno jajaja
Un beso grande.
Sabes Moony, seguro que tiene muchos significados. Quiero intentar el hacer más que nada algo literario, aunque no es mi fuerte. Y creo que tienes razón, es inevitabla, escribas lo que escribas, ocultar reacciones que has tenido ante las historias. Esta es una historia que no me pertenece, pero ¿cómo salirse del todo?
ResponderEliminarMi gran poeta, me emociona este tiempo tuyo con esa reflexión que al mismo tiempo me ayuda a hacerlo también.
Gracias por dedicarme ese tiempo, gracias.
Un beso grande.