Prohibido

Hay días difíciles, los que se forman como una pared de cemento. Y aunque busque en tu mirada indiferencia, sé que debo responderte; siempre la incógnita requerida. Una pregunta que no sé contestar. Una actitud que me aturde.

Ayer me dijiste que querías dejarla y sé que aunque diste vuelta la cara notaste esa sombra de terror en mí. Eso es lo que siempre me asusta, que te lo tomes en serio, que el juego termine y las tardes clandestinas desaparezcan para siempre. No podría verte a la luz del día, no me veo paseando contigo, cruzando calles corriendo divertidos o sentados frente a frente ante el humo de un café. Ni una casa ni un vestigio.

Me gustas prohibido. Vivir así furtivos en horas solapadas. Con ropa subrepticia encubriendo actos no compartidos. Sólo la complicidad de un cigarro o el oído atento a unas pisadas, besos entrecortados y sin palabras comprometidas. Me gusta ser el vapor de tu vida, informe; el retrato oculto de una habitación con sol y dos siluetas. Y después el día al que salimos separados con el sabor de la sal, de la saliva, de la entrega, oliendo al jabón que ha desaparecido las huellas.